15 años de 'Breaking Bad': 15 curiosidades sobre una de las mejores series de la historia

2023-02-22 16:36:42 By : Ms. Yan Liu

Es casi imposible medir el impacto de Breaking Bad en la televisión de hoy. Por supuesto, la serie creada por Vince Gilligan es heredera de una tendencia de televisión con caché —alta televisión, prestige TV, quality drama... llámalo como quieras— que se remonta mucho más atrás. Pero igual de cierto es que a un segmento del público que vivió el fenómeno de la metanfetamina azul, o que se ha subido al carro en las reposiciones bajo demanda, le son mucho más ajenas The Wire o Los Soprano que las aventuras de Walter White. Y no hablemos ya de su impacto en la cultura.

La historia del profesor de química de instituto con un cáncer terminal metido a capo de la droga es una retorcedura del sueño americano tan extrema que casi desborda los elegantes —elegantemente obscenos, a veces; pero siempre elegantes— estándares de la teleficción de cable con capital cultural; esa que no da apuro reconocer que se ve. Al mismo tiempo, la iconografía de la serie de AMC resultó desde el principio, por estridente, el material mercadotécnico perfecto. Que levante la mano quien no se haya tomado el café en una taza de Breaking Bad.

De esa alquimia entre lo pretencioso y lo chabacano se destiló, desde enero de 2008 y durante cinco temporadas, uno de los elementos más singulares de la televisión reciente. En honor al 15º cumpleaños del estreno de una serie histórica —para bien y para mal—, recopilamos 15 curiosidades sobre Breaking Bad que quizá te den ganas de volver a empezarla.

Si algo hacen Walter White y Jesse Pinkman, los protagonistas, a lo largo de la serie, es cocinar droga. Sin embargo, los espectadores más curiosos —¿y criminales?— habrán descubierto ya que es imposible crear metanfetamina a partir de las fórmulas que se muestran en la ficción. Vince Gilligan se curó en salud: no quería que ningún aspirante a Heisenberg le manchara de polémica su hit.

Como lo oyes: el plan era que el personaje interpretado por Aaron Paul muriera en el episodio nueve de la primera temporada de la serie. Se dice que la huelga de guionistas de 2007 a 2008, que acortó la tirada a tan solo siete capítulos, fue lo que hizo que Gilligan se replanteara mantenerlo con vida, pero el creador lo ha desmentido. Según él, en el episodio dos, todo el mundo tenía claro ya que matar a Jesse habría sido un grave error.

En 2011, Samuel L. Jackson andaba por Nuevo México rodando Los Vengadores. Un fan reconocido de Breaking Bad, al actor se le ocurrió proponerse para hacer un cameo en la serie: podría aparecer en un episodio caracterizado como Nick Fury, pidiendo una ración de pollo frito en Los Pollos Hermanos, y volver locos a los fans. Según cuenta Jackson, los productores de la ficción de AMC no estuvieron interesados.

En efecto, una pieza de vestuario tan crucial en la iconografía del personaje de Heisenberg, el alias mafioso de Walter White, se improvisó. Bryan Cranston, el intérprete que protagonizó la serie, empezó a usarlo para no quemarse la cabeza cuando se la afeitaron, y a Gilligan le convenció el look.

Raymond Cruz, el actor que dio vida a Tuco, el peligroso miembro del cartel mexicano al que se enfrentaron los protagonistas al principio de la serie, debía lanzar a Aaron Paul (Jesse) a través de una puerta mosquitera en una escena de acción. La fuerza del golpe fue tal que el actor quedó casi inconsciente, pero Cruz pensó que estaba actuando, así que siguió pateándolo y lanzándolo por los aires.

Walter White hace muchas cosas imperdonables a lo largo de la serie, pero una de las más espeluznantes fue, sin duda, dejar morir a Jane, la novia de Jesse, a sabiendas de que podría haberle salvado la vida. Rodar ese momento también fue traumático para el propio Cranston, que no pudo evitar imaginarse a Krysten Ritter, la actriz de Jane, como su propia hija, rompiendo a llorar durante un buen rato en cuanto la toma hubo terminado.

Dean Norris, el actor que hizo del cuñado policía de Walter White, Hank, tiene un diner en Temecula, California: el Swing Inn Cafe. Si te dejas caer un día, quizá te encuentres algún comensal vip, como el de la foto. Por cierto, Norris quiso irse de la serie al principio de la última temporada para darle un giro a su carrera, pero Vince Gilligan no lo permitió, por suerte.

La casa que sirvió como hogar de la familia White en la serie se ha convertido en parada obligatoria para cualquier turista de ruta por Albuquerque. El problema es que es una casa real y sus habitantes están un poco hartos de la enorme atención que trae su morada. Especialmente cuando a los visitantes se les ocurre replicar aquella mítica escena de la serie, en la que Walt lanza una pizza sobre su propio tejado.

Lo cual nos lleva a...

Lanzar una pizza sobre un tejado como si fuera un frisbee no es tan sencillo como parece por televisión. El equipo de producción reservó varias horas en la escaleta del rodaje solo para realizar esa toma, pero Cranston terminó consiguiéndolo a la primera. ¿El truco? Que la pizza no venía cortada. Por si esto resultaba raro a los espectadores más quisquillosos, Gilligan añadió una escena posterior en la que los amigos de Jesse, Badger y Skinny Pete, comentaban que ese era precisamente el fuerte del restaurante.

Dean Norris no ha sido el único del reparto de la serie en lanzarse al mundo del emprendimiento. El marketing es un ingrediente crucial en cualquier negocio y ser la cara visible de Breaking Bad es un muy buen punto de partida en ese sentido. Cranston y Paul lo saben, así que han fundado una marca de mezcal, Dos Hombres, y solo las imágenes promocionales valen oro.

Aunque parezca mentira, varias cadenas de televisión dejaron pasar la oportunidad de ser la casa de una de las más grandes teleseries de las últimas décadas. A FX le pareció una propuesta demasiado parecida a otras series de su marca, Showtime creyó que la premisa podría pisarse con la de Weeds y HBO directamente dio a Gilligan, según él, una de las peores reuniones que jamás haya tenido. Así, Breaking Bad acabó en AMC, donde solo un año antes se había estrenado Mad Men.

En un principio, la trama de Breaking Bad iba a tener lugar en Riverside, California, pero la producción acabó trasladándose a Nuevo México por la más prosaica de las razones: el dinero. El estado vecino ofrecía unos incentivos fiscales más jugosos y, con ellos, la posibilidad de elevar la factura de la serie al siguiente nivel.

The Candy Lady fue el local de chuches encargado de fabricar el caramelo de roca azul que se hizo pasar por metanfetamina en la serie. Al acabar las tomas, todo ese azúcar iba directo a los cafés del equipo. Hoy, 15 años después, la tienda todavía vende golosinas de la serie. Y no es el único negocio de Albuquerque que explota al máximo la fascinación por Breaking Bad: donuts del color de la droga de Heisenberg, un Airbnb temático, el restaurante que se hizo pasar por Los Pollos Hermanos...

Al igual que las cadenas, también hubo actores que dejaron pasar la que quizá hubiera sido la oportunidad de sus vidas. Ni Matthew Broderick ni John Cusack quisieron hacer de Heisenberg en su momento, pese a que les ofrecieron el papel. Eso dio alas a Gilligan para vender esa otra cara de Bryan Cranston, más ruda y temible, a los ejecutivos de AMC y Sony, que seguían viéndolo como el afable padre de Malcolm In The Middle.

No podíamos terminar con otro dato. Esta tal vez sea la curiosidad más repetida sobre Breaking Bad, pero indudablemente es también la más molona. En la muerte de Gus Fring, capaz de levantar del asiento al espectador más pachorrudo, colaboraron los departamentos de maquillaje y efectos especiales de otra serie de éxito de AMC, The Walking Dead, consiguiendo un aspecto absolutamente espeluznante para el cadáver andante del personaje de Giancarlo Esposito. Según Gilligan, el proceso llevó meses.

Es casi imposible medir el impacto de Breaking Bad en la televisión de hoy. Por supuesto, la serie creada por Vince Gilligan es heredera de una tendencia de televisión con caché —alta televisión, prestige TV, quality drama... llámalo como quieras— que se remonta mucho más atrás. Pero igual de cierto es que a un segmento del público que vivió el fenómeno de la metanfetamina azul, o que se ha subido al carro en las reposiciones bajo demanda, le son mucho más ajenas The Wire o Los Soprano que las aventuras de Walter White. Y no hablemos ya de su impacto en la cultura.